Paulina Rubio se detiene con la mano izquierda el dobladillo de la minifalda. El vestido en cuestión es un numerito en satén negro que se amplía en distintas exploraciones de olanes cerca de la cintura y del final de la falda. Sin tirantes aparentes el vestido flota en un escote horizontal que cruza el pecho de la cantante y se fusiona con sus largas mechas rizadas en tonos de dorado. Los accesorios son sutiles y acentúan la identidad rockera de Rubio: anchos brazaletes de cuero con estoperoles, unas botas plateadas al tobillo. El objeto de diseño más importante en la imagen es, en realidad, la enorme lengua que sostiene en la mano.
A juzgar por la proporción del antebrazo de Paulina la estatuilla en forma de lengua mide unos treinta y cinco centímetros. Su acabado es hiperrealista, con un dejo de la escultura de Ron Mueck o de Adrián Procel. Se curvea de manera erótica y violenta como si sugiriese un lenguetazo congelado en el tiempo por la escultora que la captura. El color, de nuevo, corresponde a un retrato realista y el piercing metálico con el logotipo de MTV al centro de la lengua termina de dar redondez a este efecto. El grotesco objeto descansa sobre una base cilíndrica cromada que permite descansar el objeto en posición erecta, protruyendo desde el suelo para pararle un provocador vector vertical a quien decida contemplarlo.
Paulina empuña en una sola mano el peso entero de la lengua. La lengua hispana. La lengua que prometió entre 2002 y 20091 la posibilidad de una identidad panlatinoamericana. El diseño icónico que simbolizaba la unión de una serie de culturas albergadas bajo la música en español. Shakira, Miranda, Panda y Juanes como santos mártires de una religión que sustituía la catedral por el televisor. La sotana por la minifalda. La cruz por la lengua2.
La estatuilla que marcó a una generación de televidentes permanece anónima3. No podemos atribuirla en los cursos de historia a un genio individual y por lo tanto no la contamos como uno de los hitos del diseño latino. Aunque las imágenes subsisten, la lengua más fotografiada del continente ha desaparecido de la conciencia popular y ha esquivado por tangente a lxs historiadores del arte y del diseño. Tras sus quince minutos de fama, esta lengua pasó inmediatamente a chupar faros.
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